SABER
ESTAR …
(Transcrito
de Selecciones del Reader’s Digest - Dicbre. 2016)
Dar
el pésame
“El marido de una amiga acaba de fallecer. No lo
conocía mucho, pero, aún así, lo lamento”.
Todos sabemos lo que hay que hacer en una situación como
ésta: escribir una tarjeta con nuestras condolencias y enviarla de inmediato.
Pero ¿y si no tienes una tarjeta a mano? ¿O no sabes dónde se venden ahora? ¿O
no tienes a mano la dirección o no se te ocurre buscarla en la agenda hasta las
11,30 de la noche cuando ya estás en la cama y te acuerdas de que no has
enviado la tarjeta? Te sientes fatal por no haberlo hecho, pero estás tan a
gusto acostado que no quieres levantarte ni ponerte a hacer nada.
Cuando se
trata de dar un pésame no hay límite de tiempo,
dice una experta en el tema. De hecho, puede ser más reconfortante para quien
está pasando una situación difícil recibirlo un poco después de la oleada
inicial de atención, cuando la vida de todo el mundo ha vuelto a la
“normalidad”. Si entonces envías la nota incluso por correo electrónico, ella
la apreciará más.
Lo
anterior es solo un ejemplo para introducir el escrito que sigue.
…
Y SER
El
pasado mes de noviembre tuve que pasar irremisiblemente por el quirófano y salí
del hospital diez días después. Una vez en casa, tuve alguna visita que me hizo
compañía y recibí bastantes correos interesándose por mi salud. A mediados de
enero, hubo una charla y, antes de la presentación del ponente, quien lo hizo
comentó mi situación y la de otra persona que también pasaba, a nivel de salud,
momentos complicados; además, pidió expresamente alguna muestra de interés y
afecto hacia nosotros por parte de los asistentes al acto.
Al enterarme del otro percance, de
inmediato, telefoneé al afectado
para
que me diese detalles de su estado; hablamos unos minutos, supe las causas de
su problema y me quedé a gusto porque hice lo que me pedía el cuerpo y, pienso
que, a este amigo le di unos instantes de mayor paz y ánimo; en definitiva, un
querer compartir que, espero, fuese un granito de arena para su recuperación.
En mi caso, desde aquel día, he
recibido solamente un mail mostrando
interés de los asistentes a aquel acto que, ignoro cuántos serían, pero,
imagino, que más de uno.
Y me pregunto: ¿Cualquiera de estas
personas se considera amiga mía? Yo, desde luego, tengo una concepción muy
diferente de lo que significa la verdadera amistad. Todos tenemos a
diario quehaceres más o menos importantes
o urgentes, mas, si queremos, somos
capaces de hallar pequeños huecos para una persona que los necesita y, con mayor
motivo, si se la consideramos amiga después
de haberla recuperado tras más de medio siglo. Éste fue uno de los principios
vitales que me enseñaron mis padres y los profesores que tuve en Primaria y
Bachiller.
Un aviso para terminar: Si alguno de
aquellos asistentes el pasado enero o alguno de la lista general lee estas líneas y cambia de actitud, esa
variación
habrá perdido mucho valor pues no saldrá del sentir personal, pero, también es muy cierto: MÁS VALE TARDE QUE NUNCA.