FELICIDAD
Y GRATITUD
Me recoge en casa
un coche-berlina corinto; lo conduce un niño de 10 años, compañero de clase,
pero no me extraña ¡puedo estar soñando! La única realidad es que me lleva a la
iglesia del Espíritu Santo. Cuando llegamos, hay ya unos pocos esperando; mas,
lo curioso es que hoy es sábado y no lunes, que es cuando nos corresponde
asistir a la obligatoria Eucaristía semanal. Van llegando más niños, nos
saludamos, hablamos un rato…No aparecen ni el padre Granda ni cualquier otro cura
del Instituto y sí uno de los compañeros, sin sotana; con traje negro y
alzacuello y eso me llama la atención ¿Cómo viste de semejante forma…?
Nos juntamos ochenta y cuatro chavales de
Primero de Bachillerato y uno, añadido de Segundo, que casi bloqueamos la acera
de Serrano 127. Efectivamente, estaba soñando porque no corre 1959 sino 2014;
todos hemos rebasado algo los 65 años, hace 50 que salimos de entre estos muros
y queremos empezar la celebración de este día especial con una Acción de
Gracias por reunirnos después de tanto tiempo; además, tenemos la fortuna
de que nos
acompañan Manoli de la Cruz, viuda de Antonio, bedel de la ‘Prepa’, Rosa María
Muro, hija de un bedel del bachillerato, hoy catedrática de Historia del centro,
nuestras profesoras, Pilar Gálvez, Ramona Rey y María Dolores Pisón, todas con
más de 80 o 90 años y, la directora, Coral Báez. Suena raro, pero las tuteamos,
lo que nos da una sensación de cercanía y afabilidad fabulosas.
Jorge Molinero, compañero sacerdote y
celebrante, se topa con el primer y único obstáculo; no tiene un lector, por lo
que me ofrezco a él y permanezco en el presbiterio hasta que leo el trozo
escogido de la Carta de San Pablo a los Colosenses y el Salmo Responsorial. Es
enriquecedor que, entre nosotros, hay dos “protestantes”; asisten a un rito
católico gustosos de acudir pues, antes que nada, son de nuestra promoción. El
tiempo va transcurriendo con mucho respeto de todos; las palabras de Jorge, muy
sentidas, cercanas y de total actualidad pues menciona el varapalo a ‘La Roja’
ayer. Es, creo, el único instante en el que las risas cortan el silencio y el
fervor en el templo tan querido de todos.
En el Memento de Vivos, Molinero nombra a cada
una de las ‘señoritas’ que están con nosotros y en el de Difuntos, por supuesto,
pronuncia los nombres de todos los que compartieron este recinto en aquellos
días, que hoy están en espíritu. Confieso que, durante esos minutos, se me
empañan los ojos y tengo un nudo en la garganta.
Una total comunión que tiene su muestra
palpable cuando Aparicio, protestante, sí, pero, sobre todo, ‘pastor’, toma el
micrófono y nos dice unas palabras, cómo no, surgidas desde su adentro.
Para una Acción de
Gracias como la que pretendemos NO SE PUEDE PEDIR MÁS.
Nos cuesta salir,
pero no queda otro remedio, porque hay por delante nuevas vivencias que
compartir.
Y caminamos por la
calzada de acceso, cruzando las clases con marquesinas de Eduardo Torroja, las
de la ‘Prepa’, cambiándonos de grupo o, a veces, solitarios, recordando
diferentes momentos vividos de niños.
Llegamos a las
canchas donde tanto jugamos al baloncesto; al fondo, ‘La Nevera’, el Patio de
Columnas y la Plaza, entonces, del Caudillo, pero ya sin estatua; diáfana, como
si estuviera esperándonos impaciente para darnos un gran abrazo tanto tiempo
después. Son repartidas pegatinas con los nombres de cada uno para que podamos
saber quién es quién. Subimos la escalinata y, en el vestíbulo ¡a desayunar!
-todo el catering lo sirve el negocio de otro antiguo alumno-. Nos movemos
buscando café y demás alimentos, parándonos cada poco pues encontramos a un
compañero de clase o a cualquier grupo y, tranquilamente, charlamos de mil
batallitas, sin acordarnos de que tenemos hambre. Y, en un rincón -que no es
Manolo-
las seis damas
comen y hablan; se las ve con cara alegre.
Como colofón, se trata de descubrir la placa
que conmemora nuestro paso por estas aulas, lo que, desde abajo resulta
imposible; por fin, una escalera es el solo utensilio que permite conseguir tal
propósito. ¡Ya luce! Aunque está muy alta para poderla leer.
Y… subimos hasta el primer piso para
detenernos en la que fuese aula de 1ºA que, con persianas bajadas y luz
encendida, da la sensación de que en ella se ha detenido el tiempo; es verdad
que los pupitres no son los de antaño, pero imagino que esa vista nos
produce una cierta nostalgia; a mí,
desde luego. Vemos, de paso el lugar donde estaba la piscina. Después pasamos a
la capilla; luego, al despacho de la directora y, a continuación, ascendemos
hasta el observatorio -nunca estuve aquí- mientras anécdotas, recuerdos,
preguntas y comentarios afloran unas tras de otros con fluidez a la vez que
contemplamos la panorámica parcial de la ciudad que se divisa desde esta altura.
Recalamos en la Sala de Música donde Luis
Ponce de León Barranco, también antiguo alumno del Instituto, nos deleita, al piano, con una obra de Mozart
y dos composiciones suyas que bien podrían ser bandas sonoras de películas. La
primera, dulce y lenta, de una estilo a Los
paraguas de Cherburgo; la segunda, más trepidante y rápida, puede ser la
música de una persecución policial en cualquier cinta de acción. Es muy
aplaudido. Se lo merece.
Vicente Ramos -conductor de la “gala”- da el
turno a Coral Báez que agradece la deferencia nuestra de recordar así nuestro
paso por el Ramiro y, a continuación, se leen las líneas que han enviado para
el acto Duplá, leídas por Cerdán, Paco Guijarro (las lee Paco Acosta); Víctor
Martínez (Jorge Molinero) y yo, las enviadas por Julián Barquín.
Ahora llegan los ‘momentos de gloria’ de
cualquiera que le apetezca intervenir. Se suceden los de Fernando Piernavieja,
Kurt Scheleicher, Paco Acosta, Vicente, Nicolás Pérez-Serrano Jáuregui y los
míos que, sin tener nada especial que contar, relatan el castigo a mi hermano -hoy,
por falta grave son dos días de expulsión- que se extienden un poco más por recitar-interpretar
un fragmento de La Venganza de Don Mendo.
Logro provocar sonrisas, risas y… sorpresa.
Seguro que olvido a
alguno/s de los que participa/is-. Pido disculpas.
No esperamos oír,
pero nos gusta hacerlo, las intervenciones de Ramona Rey y María Dolores Pisón
y, ya al final, de la Directora, Coral Báez.
La comida, como el
desayuno, es una sucesión de ‘delicatessen’ así como un continuo ‘de oca a oca’
entre nosotros y, a veces, salidas al aire libre para ‘echar un pito’ aunque
está prohibido fumar dentro del recinto y…nos puede costar caro. Las bromas,
anécdotas, corrillos, no cesan en un ambiente la mar de distendido y entrañable.
De hecho, en una de esas ‘salidas furtivas’, hablando con Carlos Sureda, él
comenta que dudaba si acudir o no a esta cita y, después de vivirla, se alegra
y mucho de haber tomado la decisión afirmativa.
Ignoro cuándo ni
quién lo propone, pero casi al final, ‘dirigidos’ por Jorge Molinero, todos los
asistentes entonamos ‘a capela’ el Salve Regina y como no podía ser de
otra forma, inmortalizamos estas horas con una foto en la escalinata.
Nos aguardan aún dos obsequios: Un libro de NUESTRAS
MEMORIAS y un LLAVERO de la promoción
con el escudo del Instituto que, por supuesto, recogemos; el libro, algunos no
pueden resistir la tentación de comenzar a echarle un vistazo incluso mientras
caminan.
Sin género de
dudas, la más cálida enhorabuena a los organizadores por su desinteresado
trabajo y absoluta eficiencia.
Para resumir mi
sentimiento después de tan
extraordinarias horas, solo se me ocurren dos palabras: FELICIDAD y GRATITUD.
14-JUNIO-2014
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