Satisfechos por el trato
recibido, a la salida, le preguntamos al celador por la médico y nos cuenta que se ha ido
forzada por su circunstancia -llevaba todos estos años como interina de la
anterior, la plaza no la ganó por oposición-. Lástima pues ya le había cogido
el tranquillo a mi situación. Así que, cuando me reciba la nueva titular ¡otra
vez a contar la peculiar historia de mi enfermedad!
Volvemos a casa y,
en la acera, dos motos bien aparcadas ¡entre las señales del lugar
reservado para minusválidos en la calzada! Laura, no se corta, me acompaña a casa
y emplea unos minutos para escribir sendas notas que coloca en ambas con cinta aislante.
Lo más inaudito es que cuando telefonea posteriormente a la Policía Municipal para comunicar lo ocurrido, la ‘funcionaria?’ al otro extremo contesta: “¿Pero pudo usted sacar la silla de ruedas
del vehículo?” Tras la respuesta
afirmativa de ella, la ’funcionaria?’ responde: ¡Ah, bueno! Y debió exhalar un enorme suspiro de alivio.
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