viernes, 27 de junio de 2014

PILAR DEL RAMIRO’

A Rosa María Muro

Ramillete lucido de colores
opalinos; derramas
suavidad entre flores
además de dulzura, fina dama.

Mientras tu voz leve suena,
aromas muy sutiles de una historia
ricos, serenan
ímpetu sabio desde tu alma plena
adornada de glorias.

Mar espumada turquesa:
un sol alumbra tu ser
reflejándote princesa,
ora el espejo de una gran mujer.

                                             Rafael Gª-Fojeda
         
 5-junio-2014

miércoles, 18 de junio de 2014




FELICIDAD Y GRATITUD

Me recoge en casa un coche-berlina corinto; lo conduce un niño de 10 años, compañero de clase, pero no me extraña ¡puedo estar soñando! La única realidad es que me lleva a la iglesia del Espíritu Santo. Cuando llegamos, hay ya unos pocos esperando; mas, lo curioso es que hoy es sábado y no lunes, que es cuando nos corresponde asistir a la obligatoria Eucaristía semanal. Van llegando más niños, nos saludamos, hablamos un rato…No aparecen ni el padre Granda ni cualquier otro cura del Instituto y sí uno de los compañeros, sin sotana; con traje negro y alzacuello y eso me llama la atención ¿Cómo viste de semejante forma…?
 Nos juntamos ochenta y cuatro chavales de Primero de Bachillerato y uno, añadido de Segundo, que casi bloqueamos la acera de Serrano 127. Efectivamente, estaba soñando porque no corre 1959 sino 2014; todos hemos rebasado algo los 65 años, hace 50 que salimos de entre estos muros y queremos empezar la celebración de este día especial con una Acción de Gracias por reunirnos después de tanto tiempo; además, tenemos la fortuna
de que nos acompañan Manoli de la Cruz, viuda de Antonio, bedel de la ‘Prepa’, Rosa María Muro, hija de un bedel del bachillerato, hoy catedrática de Historia del centro, nuestras profesoras, Pilar Gálvez, Ramona Rey y María Dolores Pisón, todas con más de 80 o 90 años y, la directora, Coral Báez. Suena raro, pero las tuteamos, lo que nos da una sensación de cercanía y afabilidad fabulosas.
 Jorge Molinero, compañero sacerdote y celebrante, se topa con el primer y único obstáculo; no tiene un lector, por lo que me ofrezco a él y permanezco en el presbiterio hasta que leo el trozo escogido de la Carta de San Pablo a los Colosenses y el Salmo Responsorial. Es enriquecedor que, entre nosotros, hay dos “protestantes”; asisten a un rito católico gustosos de acudir pues, antes que nada, son de nuestra promoción. El tiempo va transcurriendo con mucho respeto de todos; las palabras de Jorge, muy sentidas, cercanas y de total actualidad pues menciona el varapalo a ‘La Roja’ ayer. Es, creo, el único instante en el que las risas cortan el silencio y el fervor en el templo tan querido de todos.
 En el Memento de Vivos, Molinero nombra a cada una de las ‘señoritas’ que están con nosotros y en el de Difuntos, por supuesto, pronuncia los nombres de todos los que compartieron este recinto en aquellos días, que hoy están en espíritu. Confieso que, durante esos minutos, se me empañan los ojos y tengo un nudo en la garganta.
 Una total comunión que tiene su muestra palpable cuando Aparicio, protestante, sí, pero, sobre todo, ‘pastor’, toma el micrófono y nos dice unas palabras, cómo no, surgidas desde su adentro.
Para una Acción de Gracias como la que pretendemos NO SE PUEDE PEDIR MÁS.

Nos cuesta salir, pero no queda otro remedio, porque hay por delante nuevas vivencias que compartir.

Y caminamos por la calzada de acceso, cruzando las clases con marquesinas de Eduardo Torroja, las de la ‘Prepa’, cambiándonos de grupo o, a veces, solitarios, recordando diferentes momentos vividos de niños.

Llegamos a las canchas donde tanto jugamos al baloncesto; al fondo, ‘La Nevera’, el Patio de Columnas y la Plaza, entonces, del Caudillo, pero ya sin estatua; diáfana, como si estuviera esperándonos impaciente para darnos un gran abrazo tanto tiempo después. Son repartidas pegatinas con los nombres de cada uno para que podamos saber quién es quién. Subimos la escalinata y, en el vestíbulo ¡a desayunar! -todo el catering lo sirve el negocio de otro antiguo alumno-. Nos movemos buscando café y demás alimentos, parándonos cada poco pues encontramos a un compañero de clase o a cualquier grupo y, tranquilamente, charlamos de mil batallitas, sin acordarnos de que tenemos hambre. Y, en un rincón -que no es Manolo-
las seis damas comen y hablan; se las ve con cara alegre.
 Como colofón, se trata de descubrir la placa que conmemora nuestro paso por estas aulas, lo que, desde abajo resulta imposible; por fin, una escalera es el solo utensilio que permite conseguir tal propósito. ¡Ya luce! Aunque está muy alta para poderla leer.

 Y… subimos hasta el primer piso para detenernos en la que fuese aula de 1ºA que, con persianas bajadas y luz encendida, da la sensación de que en ella se ha detenido el tiempo; es verdad que los pupitres no son los de antaño, pero imagino que esa vista nos produce  una cierta nostalgia; a mí, desde luego. Vemos, de paso el lugar donde estaba la piscina. Después pasamos a la capilla; luego, al despacho de la directora y, a continuación, ascendemos hasta el observatorio -nunca estuve aquí- mientras anécdotas, recuerdos, preguntas y comentarios afloran unas tras de otros con fluidez a la vez que contemplamos la panorámica parcial de la ciudad que se divisa desde esta altura.

 Recalamos en la Sala de Música donde Luis Ponce de León Barranco, también antiguo alumno del Instituto,  nos deleita, al piano, con una obra de Mozart y dos composiciones suyas que bien podrían ser bandas sonoras de películas. La primera, dulce y lenta, de una estilo a Los paraguas de Cherburgo; la segunda, más trepidante y rápida, puede ser la música de una persecución policial en cualquier cinta de acción. Es muy aplaudido. Se lo merece.
 Vicente Ramos -conductor de la “gala”- da el turno a Coral Báez que agradece la deferencia nuestra de recordar así nuestro paso por el Ramiro y, a continuación, se leen las líneas que han enviado para el acto Duplá, leídas por Cerdán, Paco Guijarro (las lee Paco Acosta); Víctor Martínez (Jorge Molinero) y yo, las enviadas por Julián Barquín.
 Ahora llegan los ‘momentos de gloria’ de cualquiera que le apetezca intervenir. Se suceden los de Fernando Piernavieja, Kurt Scheleicher, Paco Acosta, Vicente, Nicolás Pérez-Serrano Jáuregui y los míos que, sin tener nada especial que contar, relatan el castigo a mi hermano -hoy, por falta grave son dos días de expulsión- que se  extienden un poco más por recitar-interpretar un fragmento de La Venganza de Don Mendo. Logro provocar sonrisas, risas y… sorpresa.
Seguro que olvido a alguno/s de los que participa/is-. Pido disculpas.
No esperamos oír, pero nos gusta hacerlo, las intervenciones de Ramona Rey y María Dolores Pisón y, ya al final, de la Directora, Coral Báez.

La comida, como el desayuno, es una sucesión de ‘delicatessen’ así como un continuo ‘de oca a oca’ entre nosotros y, a veces, salidas al aire libre para ‘echar un pito’ aunque está prohibido fumar dentro del recinto y…nos puede costar caro. Las bromas, anécdotas, corrillos, no cesan en un ambiente la mar de distendido y entrañable. De hecho, en una de esas ‘salidas furtivas’, hablando con Carlos Sureda, él comenta que dudaba si acudir o no a esta cita y, después de vivirla, se alegra y mucho de haber tomado la decisión afirmativa.

Ignoro cuándo ni quién lo propone, pero casi al final, ‘dirigidos’ por Jorge Molinero, todos los asistentes entonamos ‘a capela’ el Salve Regina y como no podía ser de otra forma, inmortalizamos estas horas con una foto en la escalinata.

Nos aguardan  aún dos obsequios: Un libro de NUESTRAS MEMORIAS  y un LLAVERO de la promoción con el escudo del Instituto que, por supuesto, recogemos; el libro, algunos no pueden resistir la tentación de comenzar a echarle un vistazo incluso mientras caminan.

Sin género de dudas, la más cálida enhorabuena a los organizadores por su desinteresado trabajo y absoluta eficiencia.

Para resumir mi sentimiento  después de tan extraordinarias horas, solo se me ocurren dos palabras: FELICIDAD y GRATITUD.

14-JUNIO-2014

viernes, 13 de junio de 2014

TEMPLO DE DEBOD - MADRID

Fechas y personajes
Tiene una antigüedad de unos 2.200 años. Su núcleo más antiguo fue erigido quizá bajo el faraón Ptolomeo IV Filópator, y decorado posteriormente por el rey nubio Adijalamani de Meroe hacia 200-180 a. C., siendo dedicado a Amón de Debod ("Amani", en idioma kushita) e Isis (hay investigadores que piensan que su erección fue obra de Adijalamani, interviniendo posteriormente Ptolomeo IV en él). Posee importantes añadidos de época ptolemaica y romano-imperial (del siglo I a. C. al II d. C.).

Lugar de culto

Durante la época ramésida se produce la egiptización de Kush (Nubia). Es entonces
cuando se erige en Debod el primer edificio en piedra del que se tiene constancia, consagrado por Sethi II. De nuevo, desconocemos a qué divinidad estaba consagrado, pero de la necrópolis colindante a este pequeño templo parece proceder una estela que menciona por primera vez a «Amón de Debod». Algunos bloques de dicho templete ramésida se reutilizaron en el templo grecorromano.

Emplazamiento

Se encontraba situado en la pequeña localidad que lleva este nombre en las orillas del río Nilo, próximo a la primera catarata, en la Baja Nubia, «país del oro», al sur de Egipto, muy cerca del lugar donde el Nilo corta al Trópico de Cáncer. Un poco más al norte, en la isla de Filé, se encontraba el gran santuario de la diosa Isis. El templo de Debod formaba indirectamente parte de ese santuario, aunque su culto estaba dedicado al dios Amón de Debod. Teológicamente ligado a Filé desde el siglo I a. C., tendrá también una especial vinculación con otros templos de la zona. Esta región, fronteriza con el reino de Meroe, fue objeto de disputa entre los gobernantes egipcios y meroitas hasta el siglo I a. C., cuando el emperador romano Augusto estableció definitivamente la frontera.
Historia
La construcción del templo -que, en un principio, no era tal, la inició a comienzos del siglo II a. C. el rey nubio Adijalamani de Meroe, quien levantó una capilla dedicada a los dioses Amón e Isis. La capilla, decorada con relieves, es una de los pocos lugares donde se documenta a este monarca. Posteriormente, distintos reyes de la dinastía ptolemaica construyeron nuevas estancias alrededor del núcleo original hasta darle un aspecto cercano al actual. Tras la anexión de Egipto por el Imperio Romano, fueron los emperadores AugustoTiberio y, tal vez Adriano, quienes culminaron la construcción y decoración del edificio. Con el cierre de los santuarios de Isis en Filé en el siglo VI, el templo dejó de ser lugar de culto pagano, y comenzó su progresivo abandono y deterioro.
El rey Ptolomeo IV Filópator o quizás el rey nubio Adijalamani (Adikhalamani) de Meroe, mandó construir hacia el año 200 a. C. una capilla en honor del dios Amón de Debod, en esa localidad, al sur de Egipto (en el lugar donde se encontraban los restos de un antiguo edificio cultual ramésida). Se trata de la capilla conocida como capilla de los relieves, o "Capilla de Adijalamani", donde pueden verse inscripciones referidas a Amón. En los relieves de la capilla aparecen también escenas rituales donde se dice que el rey Adijalamani ordena construir el monumento en honor a su padre Amón y que Amón habita en Debod. El templo surge estrechamente vinculado a un hecho histórico de extraordinaria importancia en la historia del Egipto ptolemaico: la llamada "Secesión Tebana". En este momento, durante 20 años (205-185 a. C.) todo el Alto Egipto será independiente del poder lágida alejandrino; la Tebaida, como estado independiente, tendrá sus propios reyes. Estas disensiones internas en Egipto permiten a los kushitas avanzar hasta Filé, lo cual explica su presencia en la misma Filé, en Kalabsha, en Dakkah y en Debod.
Amón de Debod va a ser la divinidad principal del templo. Poco a poco Isis lo irá desplazando de este lugar preeminente, pero ciertos indicios hacen pensar a los investigadores que, a fines de la época ptolemaica, Amón de Debod recuperará su papel de divinidad principal del templo. Adijalamani llevará a Debod divinidades nubias (es el caso de Apedemak, el poderoso dios león dinástico meroíta, que aparece mencionado en el dintel de acceso a la Capilla de Adijalamani -este bloque se encuentra hoy en el Museo del templo, es decir en su terraza superior-.
Con la llegada de los romanos y la incorporación de Egipto al Imperio, se realizaron nuevas obras de ampliación:
·         Construcción de un pronaos de fachada hipóstila (4 columnas de orden floral, dos de los capiteles inacabados) con acceso flaqueado por intercolumnios.
·         Relieves al exterior en los mencionados intercolumnios (Augusto ante los dioses IsisOsiris, Amón de Debod y Maahes o Mahesa).
·         Decoración completa de los muros interiores del pronaos (o vestíbulo) hipóstilo.
·         Construcción de un edificio anexo, adosado al templo, que se ha venido considerando un mammisi (casa de nacimiento divino)
La primera descripción exacta del edificio que se tuvo en Europa se elaboró en el año 1813, cuando el explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt fue enviado para inspeccionar y detallar la zona por orden de Napoleón. El mismísimo Champollion visitó Debod, dejando una breve referencia del edificio. A lo largo del siglo XIX, el templo fue nuevamente visitado por exploradores y egiptólogos que ofrecieron una descripción gráfica y mostraron indirectamente en sus trabajos el paulatino deterioro del edificio.
Cuando en 1907 se construyó en aquel territorio la primera presa de Asuán (conocida como la presa baja), el templo se vio afectado en gran medida, ya que permanecía unos nueve meses al año bajo las aguas. La inundación casi constante del templo provocó la pérdida de la policromía y el daño de algunos de sus relieves. La piedra arenisca también sufrió un gran desgaste. Esta erosión ocasionada por las aguas del Nilo se añadía a los desperfectos que había provocado en su día el terremoto de 1868. A la vista de estos daños, el Servicio de Antigüedades de Egipto pidió al arquitecto egipcio al-Barsanti que procediera a su restauración. Tras la conclusión de la obra, el alemán Günther Roeder llevó a cabo un estudio exhaustivo con documentación fotográfica, dibujos de planos, alzados y comentarios. Su trabajo sigue siendo la referencia bibliográfica fundamental del edificio, un siglo después.
Traslado a España
En el año 1961,  el templo (y otros edificios) fue desmontado por una misión arqueológica polaca (que localiza los niveles más antiguos del edificio, de época ramésida (Sethi II) y sus piedras son depositadas en la Isla Elefantina hasta su posterior traslado al puerto de Alejandría. Desde este puerto hizo su viaje final hasta llegar a España, tras una cesión diplomáticamente compleja, llena de luces y sombras, en la que prestigio, dinero, instituciones y organismos oficiales estuvieron en el núcleo de una negociación difícil y dura (en clara contradicción con las declaraciones oficiales que hasta el día de hoy se mantienen); incluso hubo protestas a Egipto de los países receptores de alguna donación debidas a la diferencia de aportación económica, mayor por su parte, sobre todo Estados Unidos, que por la española; sin embargo, la fundamental intervención del profesor y arqueólogo Martín Almagro Bash, quien llevaba mucho tiempo colaborando en excavaciones con Egipto, hizo que la balanza se decantara hacia España.
Todo el conjunto permaneció en Alejandría hasta abril de 1970. El 6 de junio de ese año, las cajas embaladas que contenían los bloques del templo fueron embarcadas en el buque Benisa y llegaron al puerto de Valencia (España) el día 18 de ese mismo mes. Desde Valencia fueron transportadas en camiones hasta Madrid, donde se almacenaron en el solar del Cuartel de la Montaña. El coste de tan magna operación fue asumido por nuestro país ya que ésa fue la condición final que puso Egipto al gobierno español para hacer efectiva la donación.

Reconstrucción, restauración y ‘conservación’
En primer lugar se levantó una base de piedra (a modo de podio) con el fin de aislar los bloques originales del templo y que el suelo no tuviera contacto con ellos. Sobre el basamento se empezó la reconstrucción, siguiendo la técnica llamada anastilosis; es decir, colocando en su lugar los elementos originales hallados y añadiendo las partes de reconstrucción con una piedra de diferente color para poder distinguir los elementos antiguos y originales de los nuevos. La piedra nueva se trajo de Villamayorprovincia de Salamanca.
Tres bloques exteriores fueron tratados químicamente para protegerlos y reforzarlos (la gola del segundo pilono, un capitel y un tambor de columna). En el interior del edificio se instaló aire acondicionado para crear una atmósfera seca constante. Y como recuerdo del río que tuvo el templo en sus proximidades (el Nilo), se construyó un estanque de poca profundidad a lo largo de los pilonos de acceso al templo. Los trabajos de reconstrucción del monumento duraron dos años. Su inauguración tuvo lugar el 18 de julio de 1972.
Desde su apertura al público madrileño la conservación del templo ha estado rodeada de polémica. El edificio fue usado de forma indiscriminada para pases de cine de verano, para representaciones teatrales, para anuncios publicitarios, para spots musicales. La contaminación y el climograma de Madrid, así como el vandalismo, han dejado huellas profundas en el edificio. La voz de alarma la han dado los Congresos de Egiptología Ibérica que se han ido celebrando (Madrid, Barcelona, La Laguna) y, recientemente,  la UNESCO. Frente a ellos, la postura oficial de la entidad tutelar (el Ayuntamiento de Madrid, a través de Museos Municipales) ha sido, de forma sistemática, desmentir los motivos de alarma, y realizar actuaciones de poca envergadura. Sin embargo, el templo se sigue degradando.
El estado del monumento es una transgresión flagrante a lo que supone la conservación de un monumento histórico según la Carta de Venecia. La azotea del templo original fue techada para poder albergar algunos elementos del Museo del templo, como maquetas y bloques de dudosa ubicación. Se instaló asimismo en la fachada hipóstila un gran ventanal de cristal sujeto a la piedra arenisca mediante silicona, cuya finalidad aislante pagó el caro precio de la modificación del aspecto prístino de la columnata. La techumbre utiliza una técnica de cubrición de los años setenta del pasado siglo. Deteriorada por la acción del tiempo y la contaminación, ha recibido arreglos puntuales. Los conductos de aire acondicionado se usan como poyos y, en términos generales, el templo desde su interior no refleja su estado original.
La incoación por la Dirección General de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid, mediante Acuerdo de 2 de abril de 2007, del expediente para la declaración como Bien de Interés Cultural del Templo y la posterior Declaración como Bien de Interés Cultural, realizada el 17 abril de 2008, alienta nuevas esperanzas sobre el papel en lo tocante a su conservación. Pero el factor de deterioro más importante -no el frío, el calor o la contaminación, sino la lluvia-  continúa actuando persistentemente sobre el edificio; de hecho, la fachada posterior del ‘cuerpo’ más grande poseía dos figuras humanas de las que, en 2014,  solo se pueden observar sus contornos si uno se acerca lo suficiente.
 
Mapa desde Debod a  la Presa de Aswan (79 Kms.)

El templo
 Adijalamani frente a Osiris e Isis

Horus e Imhotep

Imhotep

Tefnut y Aresnufis

Jeroglífico

Capilla de Amón (Holograma)

Maqueta del Nilo

Abu Simbel

Debod, el punto rojo

Jeroglífico

Dintel del pilono

La gacela

 Augusto presenta espigas a Isis y Osiris



domingo, 16 de junio de 2013

DES - AGRADABILÍSIMO ENCUENTRO

Tras una noche de mal dormir y recurrentes problemillas gastrointestinales, en ésta  tengo cena -como ‘despedida’ de curso- con los compañeros del Instituto. Me apunté a la cita muy pronto, sin contar con que el diablo podría enredarla y, además, porque ¡qué caramba! apetezco horas distintas a las diarias; de manera que, pongo algún remediejo a mis entrañas y ¡allá que voy!

Primer golpe. Llego el primero y me toca esperar largamente, alrededor de seis o siete…minutos, hasta que aparece el segundo -el diablo me trae la compañía de un “protestante” ¡para protestas estoy yo! No me queda otra: un abrazo con él NADA sentido y entablar conversación mientras aguardamos a los demás, que van asomando con cuentagotas después de unas cuantas horas. Saludos rápidos, pero corteses -no nos conocemos apenas- y el des - agrado se palpa en el ambiente. Al menos, uno aparece por el comedor solo para estar con nosotros durante un rato.

Segundo golpe. La cena. Escasa, no muy bien hecha, cara y sobre todo ¡¡mal atendidos, los pocos que somos; solo 40!! En fin, ‘lamento profundamente’ no haberme quedado en casa viendo el segundo Barcelona-Real Madrid de baloncesto -play off por el Campeonato de Liga-.

Tercer golpe. La sobremesa. Después de un anterior silencio espeso, el de estos instantes cortos, casi es un muro de hormigón que nos separa individualmente , incluso del de al lado. No hay comunicación.

Acaba la reunión a las mil y gallo. Estoy tenso, cansado, con ganas de volver a casa y olvidar este trago.

Cuarto golpe. Me devuelve al hogar el “protestante” ¡Sabía que el demonio lo es, pero no imaginé que hasta ese extremo!

Aunque, ahora sí, quiero protestar ante el o los organizadores del des - agradablilísimo encuentro, porque la desgracia estriba en que algo como lo de esta noche ¡¡¡¡NO SE REPITA CON MÁS FRECUENCIA!!!!

Rafael Gª-Fojeda 14-06-2013


sábado, 2 de febrero de 2013


CONVIVIR CON EL ENEMIGO


Estamos a comienzos de 1946. El matrimonio, Rafaela y Juan Antonio, vive en un piso no muy grande de Madrid y ya tiene su primer hijo desde dos años antes. En la vivienda, el crío está rodeado de personas mayores y, aunque se desarrolla con normalidad  y es capaz de entretenerse por su cuenta, los padres deben pensar: “No es bueno que el niño esté solo”. Ésa puede ser  la razón por la que deciden aumentar la familia.
 
Cuando ella nota la segunda “falta”, la pareja acude al tocólogo quien confirma sus sospechas: “Dª Falita, está usted embarazada”. Durante los meses siguientes, las visitas al médico son frecuentes; todo el proceso avanza sin demasiados contratiempos y, en un momento dado, el galeno exclama: “¡Miren que si fuese un ‘Niño Jesús’…! Pero el nuevo vástago muestra ligera impaciencia y se adelanta a las previsiones. Al final de la primera semana de diciembre, está ansioso por ver este mundo y… llega… ¡vaya prisas! tras un parto normal. Son las 5 de la madrugada del día 7. Ese segundo hijo varón, soy yo, Rafael.

Gano peso, crezco en estatura, pero…no duermo bien; lloro a pulmón lleno casi toda la noche, hasta el punto de que mis padres, preocupados, acuden conmigo a la consulta del puericultor quien, después de una completa y concienzuda revisión, les  dice: “Nada de nada, su hijo está perfectamente, lo único…que les ha salido llorón”. Volvemos a casa; ellos, más tranquilos y yo…entregado al sueño ¡Tiene “bemoles”!

Empiezo a gatear aunque no hago intención todavía de ponerme en pie. Lo cierto es que a ninguno de mi familia le extraña la circunstancia a pesar de que ya tengo dos años de vida.
 
Un día, invitado mi padrino de bautizo (cardiólogo) a comer, mis padres y yo regresamos de algún corto paseo -yo, de la mano de mi padre- y el padrino, tras verme mal andar, a guisa de saludo, les espeta: “¿Cómo tenéis al crío así…?”; ellos, con gesto contrariado, le lanzan una mirada tan sorprendida que él se apresura a aclarar: ¡no, si lo digo porque el niño tiene el tendón de Aquiles izquierdo corto! Este ‘diagnóstico’ es la primera señal externa de que algo me falla. El ‘ojo clínico’ de mi padrino ‘ilumina’ a mis padres quienes, una vez más, me llevan al puericultor. Él está de acuerdo con esa afirmación  y les habla de un cirujano que, tras verme, señala el quirófano como última solución. Así las cosas, días antes de mi tercer cumpleaños, me practica una “elongación  plástica” del tendón afectado y, después de casi cuatro meses con escayola, doy mis primeros pasos erguido.

            A partir de ese instante, dos nuevas llamadas de atención asoman. Una, no uso la mano izquierda con soltura; otra, bizquea mi ojo también izquierdo ¡qué coincidencia de lado! Pero nadie la relaciona entonces y nada más se recurre a unas gafas para la vista y a ejercicios para la mano que me realiza mi madre. El estrabismo no se corrige y los ejercicios en la mano provocan impaciencia en mi madre y dolor a mí sin ningún atisbo de mejoría, por lo que los dejamos de hacer.

De regreso a Madrid después de las vacaciones (1958), un domingo tenemos intención de comer fuera de casa. Iniciamos la ruta, pero no podemos acabarla; algo continúa estando mal en mi organismo; aparece la primera crisis epiléptica. Todos nos asustamos, regresamos al hogar y se avisa al puericultor (está acostado, pero se levanta y llega a casa ¡¡en pijama!!). Yo, mientras, medio adormilado, le escucho: “No tiene demasiada importancia, pero si le sobreviene otra en poco tiempo, tendrá que verle un neurólogo”. Y, la que ha de suceder, sucede quince días después. El puericultor menciona entonces un nombre y a él acudimos. Luego de escribir la pertinente ficha, me ordena en tono suave: “Siéntate en ese sillón lo más recto que puedas”. El mueble es amplio, pero de la parte superior sale una cascada de cables; el conjunto me recuerda a una silla eléctrica. En realidad, eso es, con una sutil, pero completa diferencia: ésta no mata. Electroencefalograma, pruebas de reflejos, fuerza…; una exhaustiva exploración. Ésta es la primera constancia visible de la enfermedad -en rojo, el lugar exacto: electrodo nº 4-.


Tras haber estudiado las pruebas, surgen entre el neurólogo y mis padres las lógicas preguntas y respuestas. Del médico a mi madre: “¿No se dio un golpe durante el embarazo? Ella asegura que fue el mejor de los cuatro que tuvo. De mis padres al doctor, las normales mirando por el futuro de un hijo enfermo. El doctor les borra cualquier sombra de duda, si bien les da su parecer: “Creo que las crisis pueden acabar cuando termine de desarrollarse; sí, deberá medicarse diariamente, pero por favor, aunque les cueste, NO LE RECLUYAN EN CASA, que se relacione; permítanle llevar una vida lo más normal posible, que vaya asumiendo su situación con la mayor naturalidad y, en casa, trátenle igual que a sus otros hijos, NO HAGAN DISTINGOS”.

A partir de la primera consulta, me recibe cada seis meses; pasado un tiempo, una vez al año. Desde entonces, no se separa de mí una nota indicativa de qué hacer en caso extremo, porque las crisis, a veces, pueden hacerme perder el conocimiento; de hecho, la última vez que así ocurre estamos en clase de Ciencias con Don Rafael Ibarra.
Detrás de mí, se encuentra  José Ignacio López Alonso (q.e.p.d.). Me gasta una broma de palabra y me cuenta días después: “Te insulto y veo que te giras a mí con los ojos en blanco. Con un susto tremendo en el cuerpo, aviso al profesor; él corta la explicación y llama  al Sr. García Saúco que te lleva a casa”.

            En ese primer encuentro, mis padres informan al neurólogo de que unos días más tarde tenemos cita con un cirujano oftalmólogo barcelonés -discípulo del Dr. Barraquer- que acude en ocasiones a Madrid, para que me examine. Es el motivo por el cual el 28 de Octubre no puedo asistir a la última clase de la mañana; me vienen a buscar y, durante el camino andando por la calle Pablo Aranda hasta el Sanatorio San Francisco de Asís, soy un manojo de nervios que  se me desbocan cuando el doctor dice: Que no coma; vuelvan a las cuatro y le opero”. Alrededor de las cinco, entro en quirófano; salgo aproximadamente una hora después sin ver porque un apósito cubre mis ojos y los cubrirá 48 horas. Transcurrido ese tiempo, volvemos a la consulta; es entonces cuando nos explica que me intervino en los dos para “equilibrarlos”. “¡¡¡NO LOS ABRAS HASTA QUE YO TE DIGA!!!”. Estoy como un flan. Los destapa con sumo cuidado bajo una tenue luz. “Abre lentamente”. Ya lo están del todo; veo algo borroso, pero lo suficiente para notar en el rostro del cirujano una sonrisa. ¡Todo perfecto! exclama y, a continuación, me los examina concienzudamente. La única precaución posterior es llevar gafas de sol durante un periodo corto para evitar los rayos directos, nada más. Resulta asombroso: Pasados otros dos días, voy con mi padre al Santiago Bernabéu a ver un Real Madrid-Atlético.

            Los años siguen su curso, las crisis también, la ciencia avanza y el neurólogo apunta la posibilidad de acudir a un neurocirujano que confirme si la lesión es operable o no. Ya sin mis padres, voy a verle -nada tengo que perder- . Le expongo el caso, ve las pruebas realizadas y concluye: “Tu lesión es como una cicatriz de la que se conocen sus efectos -las crisis-; quitártela supondría hacerte otra cuyos efectos no sabemos, aparte de que podríamos tocar algo indebidamente. Mi consejo es dejar las cosas como están. ¿Es duro? Sí. Quizá, el momento habría sido tras descubrir esa malformación, pero ahora, tu cabeza está acostumbrada a una presión intracraneal concreta y variársela traería consecuencias imprevisibles”.

            El enemigo acecha; convulsiona, abre mi cuerpo a extraños virus incordiantes que me causan alopecia areata, hérpes zóster -ambas por dos veces-; mi brazo izquierdo, cada vez más “espástico” (contraído) y atrofiado; por mi forma de andar, no solo tropiezo con frecuencia o caigo sino que, en mi columna vertebral,  empiezan a aparecer la escoliosis (desviación) y la cifosis (curvatura anormal) aunque yo no acepto un sinvivir, procuro hacer caso al consejo del neurólogo y miro hacia adelante; pienso: “otra gente -me fijo, sobre todo, en mujeres- está en peor situación que la mía” y…sigo siendo portero de mi vida ¿con fallos clamorosos? Por descontado, pero también con paradas antológicas que dejan boquiabierto a quien las contempla.

            1972.- A mi padre le duele una rodilla. El traumatólogo del Real Madrid le dice que el menisco está roto y debe operarse. Él no está dispuesto y llama a un amigo que trabaja en un sanatorio por si conoce a alguno. Hay suerte y, según dice, es el mejor cirujano traumatológico del momento. Va a su consulta, le da la solución a su problema y, a la vista de sus resultados, le comenta mi caso. Cuando mi padre regresa a casa luego de esa conversación, la cuenta y, aún sorprendido, me dice: “Te ha retratado como si te tuviese delante y traigo cita para ti”.

            Voy a la consulta; esta vez acompañado por mis padres, con ganas los tres de escuchar las palabras del doctor quien confirma que el tendón de Aquiles del pie izquierdo está otra vez  corto y, respecto a mano y brazo, explica que me intervendrá en dos operaciones con unos meses de diferencia. La primera, doble, el 29 de Febrero. En el pie, una segunda “elongación  plástica” del tendón, de nuevo corto (abre por la misma cicatriz de veinte años atrás) y, en la mano, “trasplante de tendones de los dedos índice y pulgar, además de cirugía reconstructora en la muñeca”. Un mes escayolados ambos miembros y luego, durante tres, una férula en la mano -hasta casi el codo- para que se amolde a la nueva postura. El 16 de Noviembre, “neurectomía selectiva de pronadores y supinadores” que, para un profano, significa cortar los nervios oportunos de manera que no puedo realizar giros con la muñeca y, sin embargo, ayuda a que la estética sea más natural.

            La epilepsia persiste y, por ella, las crisis. En mi caso, como las mujeres fértiles, una vez al mes de media.

1979.- El neurólogo sabe que en Madrid está instalada una Unidad de Escáner en el Sanatorio Rúber de la calle Juan Bravo y solicita que me hagan la prueba. Será buena para mí porque permitirá ajustar dosis de la medicación y, de igual modo, para él porque podrá ‘ver al enemigo’, sabrá qué y cómo es. Una vez realizada, en el resumen del informe se lee: “Quiste porencefálico frontal derecho e hidrocefalia triventricular”, es decir un trastorno extremadamente raro, cuya causa se ignora, unido a la mala compañía de tener el líquido cerebral esparcido por tres de los cuatro ventrículos. Ésta es la imagen:

           

Las crisis continúan cíclicas. Una de ellas la soporto de pie, aferrado a un camión porta-cristales; otra, caigo sobre la calzada y casi me atropella un coche. Por descontado, prohibido conducir y prohibido el alcohol.

1986.- Se me practica una segunda T.A.C. que revela la existencia de “cuerpos callosos anormales” en esa zona por lo que es recomendable una resonancia magnética que descarte cualquier complicación. En el informe, no se indica ninguna, pero si concluye: “Lesión producida en el octavo mes de embarazo por una isquemia cerebral”. Tal precisión en el diagnóstico me deja perplejo; estoy a meses de cumplir los 40. El quiste estuvo, está y estará ahí SIEMPRE, aunque jamás se conocerá qué lo causó.
                                                           
     Imagen del quiste en 2015
        
1987.- Algún ‘soldado’ del enemigo quiere hacerse el héroe y me declara su guerra particular. Descarga su munición en mi espalda que duele sobremanera. Relato a un traumatólogo amigo mi problemática y exclama sorprendido: ¡ A ver si es una patología del estómago cuya manifestación se refleja atrás! Toma este antiinflamatorio durante 10 días y, cuando acabes el tratamiento, vuelve a verme”.

            A pesar de la medicación, el dolor no remite sino que, al contrario, aumenta. Acudo a “La Paz” el 13 de setiembre. Me diagnostican “artrosis cervical” y  los doctores están de acuerdo con que termine el tratamiento antiinflamatorio prescrito con anterioridad.

            Tres días más tarde, en vista de que el dolor continúa su escalada y que debo ir aprendiendo a soportarlo, tomo una tila para relajarme pues la tensión que siento es tremenda. Trago el primer sorbo y ¡Aaaaaay! Ahora sí ¡¡me duele el estómago!! Llamada al médico de urgencia…ambulancia y…al hospital. Aquí, tras exploración y varias pruebas -la última, punción de aire en la espalda; mis gritos no los iguala Tarzán-  confirma: “Perforación del tamaño de una moneda de 25 pesetas”. Entro en quirófano donde se me extirpan tres cuartas partes del órgano y, de paso, la vesícula biliar, llena de ‘piedras’ debido a los fármacos que tomo a diario desde hace años y NO PUEDO DEJAR.

             2013.- Las crisis epilépticas motoras están  medio dormidas, no así las jaquecas que tienen una manifestación muy particular cuando son provocadas por lo que creo son “crisis solapadas”.  Me encanta el espectáculo de las tormentas, pero no las resisto; al ser tan colosal su actividad eléctrica, noto cada relámpago o cada rayo sacudirme el cuerpo aunque exteriormente no se aprecia.
             
            Con el paso del tiempo, el enemigo tiene las ansias calmadas, no así su ejército del que van surgiendo nuevos ‘soldados’ que quieren significarse sí o sí e intentan hacer más duro mi caminar diario; se esconde uno debajo de otro como las ‘matrioskas’ y salen a combatir sin pedirme autorización; como dice mi hermano, debe de ser la “vejentud”.

            Sin embargo, ese enemigo puede obligarme a convivir con él, pero, aunque me cuesta mucho tiempo la escritura, no puede impedir ni la nueva reunión con todos vosotros ni que os cuente esta realidad. Sois el Regimiento de Infantería “Promoción del Ramiro”, parte importante hoy de mi pequeña gran victoria.

Rafael Gª-Fojeda  1-Febrero -2013

lunes, 21 de enero de 2013


Visitando en la página "Nuestros Viajes" por tercera o cuarta vez, hoy con más detenimiento, entre "Mis viajes de los años 50" tuyos, Angelote, me doy cuenta de que en la Playa de los Muertos de Ubiarco -la única acuarela original tuya- en una casona de dos plantas a la izquierda, es donde mis abuelos maternos, mi tía, mi madre y su novio entonces, mi padre, estaban pasando unos días de descanso en julio de 1936. ¿Coincidencia? Sin duda.
Desgraciadamente, ya no lo puedo comentar contigo; pero, quiero creer, que me estás viendo escribir ahora. Te has ido, Ángel; sin embargo ¡qué cerca te siento! Rafael Gª-Fojeda.

Playa de los Muertos - Ubiarco (Cantabria) - Cuadro de Ángel Quesada


Playa de los Muertos - Ubiarco (Cantabria) 









viernes, 2 de noviembre de 2012


SEÑOR CÓNSUL;
                                                                          
                                                                           A Arturo Reig


Amaneciendo, una intención tenía:
recoger ese envío de Marruecos,
tu carta desde Tánger con mil ecos
uniformes, gustosos de aquel día
reunidos cenando en torno a historias
ocultas” de niñez y juventud.
Resultó compartir las muchas norias
especialmente grato, lindo alud.
¿Impronta del afecto y del calor?
Generosa, la carta remitida.
Te agradezco el detalle sin rubor.
Aunque no soy Boscán ni Garcilaso,
posiblemente, goces del soneto;
inmerso, Sr. Cónsul, paso a paso;

ahora, el estrambote. Estás completo.

Rafael Gª-Fojeda

30-Octubre-2012