DEMOSTRACIÓN DE CARIÑO
El pasado verano, mi sobrino-nieto Óscar, de tres años, ya me enseñó su gran humanidad cuando me vio andar dificultosamente, le dije el porqué y me respondió "yo te ayudo". Ahora en Navidad, ha vuelto desde Holanda, donde vive con sus padres, para pasar estas fiestas en Madrid. Aprovechando la oportunidad, vamos a pasar un rato con mi sobrina, su marido y sus dos hijos. Pues bien, Óscar me ve llegar en la silla de ruedas; nada más ponerme en pie para saludar a todos ¡oh maravilla! el niño deja lo que está haciendo y se lanza sobre mis piernas, dándome un largo abrazo en ellas, contento de verme, como si él, con tres años y medio, hubiese intuido que yo podía no acudir y, en consecuencia, que no me vería.
La verdad, para mí supuso un momento encantador, hasta tal punto, que casi se me saltan las lágrimas de emoción. Desde ese momento, todo fue, como se canta en el villancico, alegría, alegría y placer.
Tricente Ramos El rebote tras el lanzamiento de Tomic fué precisamente eso, un rebote, puesto que el balón tocó el aro y se transforma de acción de tiro en rebote por lo que no se pueden aplicar las normas que rigen para la interceptación de balones en un tiro del atacante.
Eso que te pasa proviene del hipocampo, donde hay unas células que se encargan de gestionar la memoria. Estas células se localizan en una especie de lóbulo en el borde del hipocampo llamado giro dentado, cuya función es conectar con la corteza prefrontal, donde se almacenan los recuerdos. La interconexión se hace por medio de la sinapsis interneuronal, la clásica unión química ente los terminales (axones). Esa gestión es lo maravilloso del asunto, pues precisa de filtros adecuados; además, en la corteza prefrontal ya hay más sitio (actúa en esto de la memoria como una biblioteca), pero también es el lugar desde donde actúan las emociones, que de alguna forma se asocian a estos recuerdos. Según sea “la intensidad” de esas emociones asociadas a un determinado recuerdo, las recordaremos de forma más o menos nítida.